Los sangrientos incidentes de la capital de Xijiang, Urumqi, donde en los últimos días se han enfrentado uigures musulmanes y chinos de la etnia han, muestran la difícil convivencia del Islam en China, a pesar de haber estado presente en su civilización casi desde el nacimiento de la fe islámica, en el siglo VII.
Más de 20 millones de musulmanes habitan en China, un 1,4% de su población total, según datos oficiales, aunque otras fuentes aumentan la cifra hasta los 100 millones, casi todos de la rama suní.
La Administración Estatal para los Asuntos Religiosos asegura que en todo el país se alzan más de 30.000 mezquitas, gestionadas por 40.000 imanes y ubicadas sobre todo en el oeste del país, en las zonas más cercanas a Asia Central, con una herencia mezclada de multitud de nacionalidades.
Aunque el 91% de la población china pertenece a la etnia han -los propiamente chinos-, el país es un crisol de 56 etnias.
La mayoría de musulmanes chinos pertenecen a minorías étnicas. Hui, uigures, kazakos, kirguizos, tátaros, uzbekos y dongxiang son los principales grupos cuyos miembros practican los preceptos de Mahoma.
Fue Uthman ibn Affan, discípulo del Profeta y tercer califa del Islam, quien primero se propuso expandir la religión en China allá por el año 651.
La mítica Ruta de la Seda, que unía a los comerciantes entre Asia y Europa desde los tiempos del Imperio Romano, sirvió para vertebrar la presencia de musulmanes en China y les hizo amos de todo el comercio internacional de la región.
De hecho, el período de la dinastía imperial Ming (1368-1644) es, quizás, el más brillante para el Islam en China, que logró amplio reconocimiento en la economía, el comercio y hasta en el estamento militar imperial.
Sin embargo, a partir de ese momento, el descenso fue progresivo: la dinastía imperial Qing (1644-1911), de influencia manchú y fuertes lazos con los mongoles, avivó el odio entre las distintas etnias, llevando a cabo una fuerte represión para mantener el control del imperio.
La República de China, comandada por Sun Yat-sen desde 1911, supuso un leve respiro para los musulmanes chinos, borrado de un plumazo con la llegada al poder de Mao Zedong.
Los programas "reeducativos" del comunismo
La ideología comunista no casaba con el Islam: las mezquitas fueron víctimas habituales de la Guardia Roja en toda China, especialmente en los tiempos de la Revolución Cultural (1966-76), donde las poblaciones fueron sometidas a programas de "reeducación" lejos de sus hogares.
Con la apertura económica, la ira directa se apaciguó y en 1978 se liberalizaron las políticas represivas, aunque las tácticas del Partido Comunista de China (PCCh) se volvieron más sibilinas.
Aplicando una política de colonización dentro del propio país, Pekín organizó grandes migraciones de chinos han a las regiones musulmanas, con el fin de adaptar estas provincias (Xinjiang, Gansu y Qinghai, las más occidentales) al ideario de la nueva China.
El Islam, "oficial" desde 2001
Pekín, que en 2001 dio el sello de "oficialidad" al Islam -lo que permite cementerios separados para los musulmanes, fiestas en las fechas señaladas y la posibilidad de cumplir el rito de peregrinar a la Meca, entre otros beneficios-, siempre ha recelado de los musulmanes chinos, especialmente entre las minorías.
Todavía, por ejemplo, impide el uso de textos del Corán que no estén aprobados por el régimen comunista, que teme la influencia de comunidades musulmanas de países como Irán, Arabia Saudí o Turquía.
Xinjiang, escenario en los últimos días de las peores revueltas del país desde los sucesos de Tiananmen en 1989 y que ocupa una sexta parte de la superficie del país, es la región con más número de musulmanes (más de la mitad de sus 20 millones de habitantes).
El 11-S como excusa para controlar el Islam
El Gobierno chino aprovechó la guerra contra el terrorismo islámico iniciada el 11 de septiembre de 2001 para vincular a su principal rostro internacional, Al Qaeda, con algunos grupos musulmanes que piden la independencia de Xinjiang o reclaman mayores derechos para etnias como los uigures.
Pero organizaciones pro derechos humanos y grupos en el exilio afirman que Pekín utilizó esa guerra internacional para aumentar su control sobre el Islam en el país y limitar el derecho de pueblos como el uigur a mantener sus diferencias culturales.
El Islam en el exterior
Al Salamu Alaikum queridos hermanos/as y bienvenidos a este blog que os informara de la situacion del Islam en otros paises y espero que insha alah deis alguna sugerencia y que podais dar vuestra opinion que sera bien recibida. Shukran
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Al Salamu Alaikum Hermanos/as. Se sabe que en los paises arabes hay muchas dudas sobre la musica. Hay algunos que dicen que se puede escuchar y hay otros que dicen lo contrario. Pero yo quiero vuestra opinion. ¿ La musica es Halal o Haram ?
lunes, 12 de julio de 2010
Abu Zayd, islam y modernidad
El fallecimiento del intelectual egipcio Nasr Hamid Abu Zayd en El Cairo me ha causado una profunda tristeza. Lo conocí en noviembre del año pasado en Madrid y enseguida se produjo entre los dos una profunda sintonía tanto personal como intelectual en la actitud crítica hacia las religiones y en la aproximación al estudio científico del fenómeno religioso, y muy especialmente del islam, religión seguida por más de 1.300 millones de creyentes. Coincidí con él en la Casa Árabe, donde tuve el honor de presentar su último libro, El Corán y el futuro del Islam, editado por Herder, verdadero testamento intelectual.
Abu Zayd es reconocido como uno de los principales reformadores del islam y como referente de los movimientos musulmanes renovadores. Sus investigaciones se centran en la hermenéutica del Corán, donde ha hecho aportaciones relevantes recogidas en obras muy difundidas en el mundo islámico y en el entorno cultural occidental. He aquí algunas: El concepto del texto: un estudio de las ciencias coránicas; Crítica del discurso islámico; Repensando el Corán: hacia una hermenéutica humanista; Reforma del pensamiento islámico: un análisis histórico crítico; Mujeres en el discurso de la crisis; Texto: autoridad y verdad, etcétera.
El intelectual egipcio entiende el Corán no como un texto muerto, congelado en el tiempo y objeto de citas para justificar posturas conservadoras o liberales, sino como fenómeno vivo, discurso abierto, composición a partir de "diversos discursos", escritura contextual y diálogo de la divinidad con los seres humanos. Es un texto polifónico, en el que hablan muchas voces e interactúan numerosos lenguajes y géneros literarios. El Corán habla a una comunidad de oyentes para informarla, instruirla y moverla a actuar de una determinada manera. El carácter dialógico del Corán continúa hoy en la interacción entre la comunidad que lo lee y el texto. Abu Zayd no es un apologeta del islam, sino un investigador crítico que estudia el Corán en su contexto y los conceptos de los diversos tipos de discurso. Se pregunta en qué sentido puede decirse que el Corán es palabra de Dios: ¿es palabra de Dios traducida al lenguaje humano?; ¿lo es en su literalidad?; ¿solamente en lengua árabe? Son preguntas que resultan provocativas e iconoclastas entre los sectores integristas, pero imprescindibles para un investigador. A partir de aquí somete a revisión conceptos teológicos claves como la inspiración y la revelación.
Abu Zayd establece con extraordinaria inteligencia un puente de comunicación entre la tradición musulmana y el mundo moderno con las señas de identidad de cada uno: pluralismo político, libertad y justicia social, hospitalidad, derechos de las minorías, de las mujeres, etcétera. El islam, constata, está viviendo hoy la tensión entre la tradición y la modernidad, recibe críticas tanto de los tradicionalistas musulmanes como de los progresistas occidentales, recibe y tiene que enfrentarse a los estereotipos inscritos en el imaginario cultural de Occidente sobre él y al fundamentalismo.
El intelectual egipcio tiene una comprensión abierta de los dogmas, que concibe como verdades relacionales: "¡Nuestros dogmas son verdad para nosotros!". Pasa del cierre a la apertura de la puerta de la interpretación, del literalismo textual a la istihad, interpretación creadora: esa es la actitud con la que Abu Zayd intenta responder a los integrismos religiosos.
Esta peculiar interpretación del Corán acarreó a Abu Zayd numerosos problemas con la ortodoxia islámica y con los tribunales de justicia, quienes le declararon culpable de apostasía y dictaron la anulación de su matrimonio, alegando que una mujer musulmana no podía estar casada con un apóstata. A principios de los noventa fue vetado para acceder a profesor titular de la universidad, bajo la acusación de "afrentas claras a la fe islámica". Fue objeto de violación de derechos humanos como libertad de expresión, libertad de investigación y libertad de cátedra, y de atentado contra la intimidad familiar. El final de esta persecución fue dejar su país natal. Desde 1995 vivió en Holanda con su esposa y fue profesor visitante en la Universidad de Leiden y catedrático en la Universidad de Utrech.
Abu Zayd estuvo muy vinculado a España. No pocos de los estudiantes, profesores e investigadores de estudios árabes e islámicos se formaron leyendo sus obras y disfrutando de su amistad y de su carácter abierto. Mantuvo una estrecha sintonía intelectual con la directora de Casa Árabe, la profesora Gema Martín Muñoz, quien le nombró asesor. Su muerte nos deja en un estado de orfandad, solo aliviada por su legado intelectual, que nos acompañará siempre.
Juan José Tamayo es director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor de Islam. Cultura, religión y política (Trotta, Madrid, 2010, 3ª ed.).
Abu Zayd es reconocido como uno de los principales reformadores del islam y como referente de los movimientos musulmanes renovadores. Sus investigaciones se centran en la hermenéutica del Corán, donde ha hecho aportaciones relevantes recogidas en obras muy difundidas en el mundo islámico y en el entorno cultural occidental. He aquí algunas: El concepto del texto: un estudio de las ciencias coránicas; Crítica del discurso islámico; Repensando el Corán: hacia una hermenéutica humanista; Reforma del pensamiento islámico: un análisis histórico crítico; Mujeres en el discurso de la crisis; Texto: autoridad y verdad, etcétera.
El intelectual egipcio entiende el Corán no como un texto muerto, congelado en el tiempo y objeto de citas para justificar posturas conservadoras o liberales, sino como fenómeno vivo, discurso abierto, composición a partir de "diversos discursos", escritura contextual y diálogo de la divinidad con los seres humanos. Es un texto polifónico, en el que hablan muchas voces e interactúan numerosos lenguajes y géneros literarios. El Corán habla a una comunidad de oyentes para informarla, instruirla y moverla a actuar de una determinada manera. El carácter dialógico del Corán continúa hoy en la interacción entre la comunidad que lo lee y el texto. Abu Zayd no es un apologeta del islam, sino un investigador crítico que estudia el Corán en su contexto y los conceptos de los diversos tipos de discurso. Se pregunta en qué sentido puede decirse que el Corán es palabra de Dios: ¿es palabra de Dios traducida al lenguaje humano?; ¿lo es en su literalidad?; ¿solamente en lengua árabe? Son preguntas que resultan provocativas e iconoclastas entre los sectores integristas, pero imprescindibles para un investigador. A partir de aquí somete a revisión conceptos teológicos claves como la inspiración y la revelación.
Abu Zayd establece con extraordinaria inteligencia un puente de comunicación entre la tradición musulmana y el mundo moderno con las señas de identidad de cada uno: pluralismo político, libertad y justicia social, hospitalidad, derechos de las minorías, de las mujeres, etcétera. El islam, constata, está viviendo hoy la tensión entre la tradición y la modernidad, recibe críticas tanto de los tradicionalistas musulmanes como de los progresistas occidentales, recibe y tiene que enfrentarse a los estereotipos inscritos en el imaginario cultural de Occidente sobre él y al fundamentalismo.
El intelectual egipcio tiene una comprensión abierta de los dogmas, que concibe como verdades relacionales: "¡Nuestros dogmas son verdad para nosotros!". Pasa del cierre a la apertura de la puerta de la interpretación, del literalismo textual a la istihad, interpretación creadora: esa es la actitud con la que Abu Zayd intenta responder a los integrismos religiosos.
Esta peculiar interpretación del Corán acarreó a Abu Zayd numerosos problemas con la ortodoxia islámica y con los tribunales de justicia, quienes le declararon culpable de apostasía y dictaron la anulación de su matrimonio, alegando que una mujer musulmana no podía estar casada con un apóstata. A principios de los noventa fue vetado para acceder a profesor titular de la universidad, bajo la acusación de "afrentas claras a la fe islámica". Fue objeto de violación de derechos humanos como libertad de expresión, libertad de investigación y libertad de cátedra, y de atentado contra la intimidad familiar. El final de esta persecución fue dejar su país natal. Desde 1995 vivió en Holanda con su esposa y fue profesor visitante en la Universidad de Leiden y catedrático en la Universidad de Utrech.
Abu Zayd estuvo muy vinculado a España. No pocos de los estudiantes, profesores e investigadores de estudios árabes e islámicos se formaron leyendo sus obras y disfrutando de su amistad y de su carácter abierto. Mantuvo una estrecha sintonía intelectual con la directora de Casa Árabe, la profesora Gema Martín Muñoz, quien le nombró asesor. Su muerte nos deja en un estado de orfandad, solo aliviada por su legado intelectual, que nos acompañará siempre.
Juan José Tamayo es director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor de Islam. Cultura, religión y política (Trotta, Madrid, 2010, 3ª ed.).
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